LA FALSIFICACIÓN DE HOWARD VYSE
Basado en el libro: LA ESCALERA AL CIELO. cap.13: LA FALSIFICACIÓN DEL NOMBRE DEL FARAÓN. Por Zecharia sitchin
Richard William vyse nació el 25 de julio de 1784 en Stoke Poges, Buckinghamshire. Asumió el nombre adicional de Howard en el manual signo de fecha 14 de septiembre de 1812, en heredar los bienes Boughton y Pitsford en Northamptonshire a través de su abuela materna, Lucy.
La historia comienza el 29 de diciembre de 1835 con la llegada a Egipto del coronel Richard Howard Vyse la "oveja negra" de una familia aristocrática inglesa. Al visitar las pirámides de Gizeh, cayó presa de la fiebre de descubrimientos que padecían tanto los expertos como los legos. Se entusiasmó especialmente con los relatos y las teorías de un tal Giovanni Battista Caviglia, que había estado buscando una cámara oculta en el interior de la pirámide.
A los pocos días, vyse se ofreció para proporcionar fondos a Caviglia en su búsqueda, si se le aceptaba a él como codescubridor. Caviglia rechazó la oferta categóricamente, y el ofendido Vyse se fue a Beirut a finales de febrero de 1836, para visitar Siria y Asia Menor.
Pero el largo viaje no aplacó el anhelo que había hecho presa en él. En lugar de volver a Inglaterra, volvió a aparecer por Egipto en octubre de 1836. En su anterior visita, había hecho amistad con un astuto intermediario llamado J.R. Hill, por entonces superintendente de una fundición de cobre. Luego, le prestaron a un tal Sr.Sloane, que le susurró que había maneras de conseguir un Firmán (un decreto de concesión) del gobierno egipcio para conseguir la exclusiva de los derechos de excavación de Gizeh. Así orientado, Vyse se fue al cónsul británico, el coronel Campbell, en busca de la documentación necesaria. Pero, para su sorpresa, el firmán nombró a Campbell y a Sloane como socios en la concesión, y designaba a Caviglia como supervisor de los trabajos. El 2 de noviembre de 1836, el desilusionado Vyse le pagó a Caviglia la primera suscripción de 200 dolares y partió disgustado en viaje de turismo hacia el Alto Egipto.
Tal como lo cuenta el propio Vyse en su Operations Carried on at the pyramids of Gizeh en 1837, volvió a Gizeh el 24 de enero de 1837, sumamente ansioso por ver los progresos realizados. Pero en vez de buscar la cámara oculta, Caviglia y sus trabajadores estaban muy ocupados sacando momias de las tumbas de los alrededores. La ira de Vyse solo remitió cuando Caviglia le aseguró que tenía algo importante que mostrarle: ¡escritos de los constructores de las pirámides!
Las excavaciones en las tumbas demostraban que los antiguos canteros marcaban a veces las piedras antes de tallarlas con pintura roja. Caviglia le dijo que había encontrado marcas de éstas en la base de la segunda pirámide. Pero, cuando Vyse las examinó, ( la pintura roja) resultó ser una decoloración natural de la piedra.
¿Y qué pasaba con la Gran Pirámide? Caviglia, mientras trabajaba en ella para descubrir adónde llevaban los conductos de aire que salían de la cámara del Rey, llegó a estar más que convencido de que había cámaras secretas más arriba. Uno de estos compartimentos, al que hubo que acceder por su pasadizo a rastras, lo descubrió Nathaniel Davison en 1765.
CÁMARA DE DAVISON
Y Vyse exigió que el trabajo se concentrara allí; estaba consternado por el hecho de que Caviglia y Cambell estuvieran más interesados en descubrir momias, que es lo que todos los museos deseaban por aquel entonces. Y Caviglia incluso había llegado tan lejos como para llamar "Tumba de Campbell" a una gran tumba que había descubierto.
Decidido a poner en marcha su propia exhibición, Vyse se mudó desde El Cairo hasta las mismas pirámides. "Naturalmente, yo deseaba hacer algunos descubrimientos antes de volver a Inglaterra", admitió en su diario el 27 de enero de 1837. Ya hacía más de un año que su familia estaba corriendo con sus enormes gastos.
En las semanas que siguieron, el abismo que le separaba de Caviglia se fue haciendo más grande a medida que Vyse le iba acusando de más y más cosas. El 11 de febrero, ambos tuvieron una violenta discusión. El 12, Caviglia hizo unos importantes descubrimientos en la Tumba de Cmapbell: un sarcófago inscrito con jeroglíficos, y marcas de pintura roja de los canteros en los muros de piedra de la tumba. El día 13, Vyse despidió sumariamente a Caviglia y le ordenó que se fuera de allí. Caviglia volvió solo una vez, el día 15, para recoger sus cosas pertenencias; durante muchos años, éste haría acusaciones deshonrosas contra Vyse, cuya naturaleza las notas de Vyse no detallan.
¿La pelea entre Vyse y Caviglia fue por desacuerdo genuino, o es que Vyse se las ingenió para sacar a Caviglia de allí?
Al final, resultó que Vyse entró en secreto a la Gran Pirámide en la noche del 12 de febrero, acompañado por un tal John Perring, ingeniero del Departamento de Obras Públicas de Egipto y aficionado a la egiptología, al cual Vyse había conocido a través del ingeniero señor Hill. Ambos examinaron una intrigante grieta que había aparecido en un bloque de granito por encima de la cámara de Davison; metieron una caña por la grieta, la caña no se dobló, lo cual indicaba que había un espacio vacío más allá.
¿Qué intrigas ingeniaron durante su nocturna visita secreta? Lo único que podemos hacer es conjeturar a partir de los acontecimientos futuros. L a cuestión es que Vyse despidió a Caviglia a la mañana siguiente y puso a Perrign en su nómina. En su diario, Vyse explicaba: Estoy decidido a llevar las excavaciones por encima del techo de la cámara (de davison), donde espero encontrar un departamento sepulcral. Mientras Vyse echaba una mano de más hombres y dinero en su búsqueda, la realeza y otros dignatarios empezaron a llegar para observar los descubrimientos de la Tumba de Campbell; poco más podía enseñarles Vyse en el interior de la pirámide. Frustado, ordenó a sus hombres que taladraran el hombro de la Esfinge, con la esperanza de encontrar sus marcas de cantero, pero, al fracasar una vez más se volvió de nuevo su atención por la cámara oculta.
A mediados de marzo, Vyse tuvo que enfrentarse a un nuevo problema: otros proyectos estaban llevándose a sus trabajadores. Les soblaría la paga si trabajaban día y noche: se había dado cuenta de que el tiempo se le estaba acabando. Desesperado, Vyse prescindió de la prudencia y ordenó el uso de explosivos para abrirse paso a través de las piedras que bloqueaban su avance.
El 27 de marzo, los trabajadores se las ingeniaron para hacer un pequeño agujero a través de las losas de granito. De forma totalmente ilógica, Vyse despidió inmediatamente al capataz, un hombre llamado Paulo. Al día siguiente, Vyse escribió: Puse una vela en el extremode una vara y la metí por el pequeño agujero que se había hecho en la cámara superior a la de Davison, y me resultó mortificante descubrir que era una cámara de construcción igual a la de abajo. ¡Había encontrado la cámara oculta!.
CÁMARA DE WELLINGTON
Utilizando pólvora para agrandar el agujero, Vyse entró en la recién descubierta cámara el 30 de marzo, acompañado por el señor Hill. La examinaron a conciencia. Estaba herméticamente cerrada, sin ningún típo de abertura. El suelo lo componía la tosca superficie de las grandes losas de granito que formaban el techo de la cámara de Davison, que estaba abajo. Vyse declara en su diario: Había un sedimento negro distribuido uniformemente por todo el suelo, en el que se marcaban nuestras huellas. (La naturaleza de este polvo negro, que se acumulaba hasta cierta altura, nunca se ha determinado) El techo estaba bellamente pulido, y tenía unas magníficas junturas. En la cámara, claro está, no se había entrado nunca antes; aún así, no había ni sarcófago ni tesoro. Estaba vacía, completamente vacía.
Vyse ordenó que se agrandara el agujero, y envió un mensaje al cónsul británico en el que anunciaba que el nuevo compartimiento le había el nombre de "Cámara de Wellington". Ya de noche, después de llegar el sr. Perring y el sr. Mash, entramos en la cámara de Wellington y tomamos varias medidas, y al hacer esto descubrimos las marcas de canteros. ¡Qué repentino golpe de suerte!
Eran parecidas a las rojas marcas de cantero encontradas en las tumbas exteriores. De algún modo, habían pasado completamente desapercibidas para Vyse y Hill cuando inspeccionaron a conciencia la cámara por sí mismos. Pero junto con el sr. Perring y el Sr. Mash- un ingeniero civil que estaba presente por invitación de Perring- eran cuatro testigos para tan singular descubrimiento. L a cuestión es que la Cámara de Wellington, al ser casi idéntica a la de Davison, llevó a Vyse a sospechar que tenía que haber otra cámara más por encima. Sin ningún motivo explicito, Vyse despidió el 4 de abril al capataz que quedaba, un hombre llamado Giachino. El 14 de abril, el cónsul británico y el cónsul general austriaco visitaron el lugar, y pidieron que les hicieran copias de las marcas de los canteros. Vyse puso a trabajar a Perring y a Mash, pero dándoles instrucciones para que copiaran primero las marcas de la Tumba de Campbell, descubiertas antes; las singulares marcas del interior de la Gran pirámide podían esperar.
Usando pólvora a manos llenas, el compartimiento superioral de Wllington (Vyse lo denominó de Lord Nelson) se abrió el 25 de abril. Estaba tan vacío como los demás, y el suelo también estaba cubierto por el misterioso polvo negro. Vyse informo que había encontrado varias marcas de cantero escritas en rojo sobre los bloques, concretamente en el lado oeste. A todo esto, el Sr. Hill entraba y salía de las dos cámaras recientemente descubiertas, según parece para escribir en ellas (¿Cómo?) los nombres de Wellington y Nelsón. El dia 27 el Sr. Hill - no perring ni Mash- copió las marcas de cantero. Vyse reprodujo las de la Cámara de Nelson (aunque no las de la Cámara de Wellington) en su libro.(Fig.145a)
El 7 de marzo se abrieron paso hasta entrar en una cámara más, por encima de la de Nelson, que Vyse denomino provisionalmente como cámara de Lady Arbuthnot. Las anotaciones del diario no hace mención alguna a marcas de cantero, aunque después se descubrieron profusión. Pero lo sorprendente de las nuevas marcas era que éstas incluían cartelas -lo cual solo podía significar nombres reales. (Fig.145b)-En gran cantidad ¿Habría dado Vyse con el nombre real del faraón que construyó la pirámide?
FIGURA 145
El 18 de mayo, un tal Dr walni, pidió hacer copias de los tipos encontrados en la Gran pirámide, con el fin de enviárselas al Sr. Rosellini, un egiptólogo que se había especializado en descifrar nombres reales. Vyse denegó categóricamente el permiso.
Al día siguiente, en compañía de Lord Arbuthnot, de un tal Sr. Brethel y de un tal Sr. Raven, Vyse entró en la cámara de Lady Arbuthnot, y los cuatro compararon los dibujos del Sr. Hill con las marcas de cantero de la Gran Pirámide; y después firmamos un testimonio sobre su exactitud. Poco después de aquello se pudo acceder a la última cámara abovedada, y se encontraron más marcas -incluyendo una cartela real. Luego, Vyse se dirigió a El Cairo y presentó en la embajada Británica las copias autentificadas de lo escrito en las piedras, para que se enviara oficialmente a Londres.
El trabajo estaba hecho: había encontrado cámaras, que hasta aquel momento, eran desconocidas, y había demostrado la identidad del constructor de la Gran Pirámide; pues dentro de las cartelas estaba escrito el nombre de Kh-u-f-u.
De este descubrimiento, todos los libros de texto han estado dando fe hasta el día de hoy.
El impacto de los descubrimientos de Vyse fue grande, y su aceptación asegurada, después de que se las ingeniara para obtener con rapidez una confirmación de los expertos del museo británico de Londres.
Lo que no está claro es cuándo llegaron al museo los facsímiles hechos por el Sr. Hill y cuándo le llegaron exactamente los análisis a Vyse, pero la opinión del museo (de mano de su experto en jeroglíficos, Samuel Birch) forma parte de la crónica del 27 de mayo de 1837. A la vista de esto, el largo análisis confirmaba las expectativas de Vyse: los nombres de las cartelas se podían leer como Khufu o variaciones de esto; Herodoto también lo había dicho, Keops era el constructor de la Gran Pirámide.
Pero con el entusiasmo que siguió, es comprensible que se pusiera poca atención a los muchos condicionales y peros que aparecerían en la opinión del Museo Británico. También estaba ahí la pista que nos permitió descubrir la falsificación: un torpe error de falsificador.
Para empezar, el Sr. Birch se mostraba inseguro acerca de la ortografía y el trazo de todas aquellas marcas. "Los símbolos o jeroglíficos trazados en rojo por el escultor, o cantero, sobre las piedras de las cámaras de la Gran pirámide parecen ser marcas de cantero", observaba en sus primeros párrafos; la calificación venia inmediatamente después: "Aunque no demasiado legibles, por haber sido escritos en caracteres semihieráticos o jeroglíficos lineales, poseen puntos de interés considerable…"
Lo que confundía al Sr Birch era que las marcas, que se suponía que eran de principios de la IV Dinastía, estaban hechas con un trazo que empezó a aparecer siglos más tarde. Teniendo su origen como pictogramas -"imágenes escritas"- la escritura de símbolos jeroglíficos requería una gran habilidad y un prolongado entrenamiento; así, con el tiempo, en las transacciones comerciales se empezó a utilizar un trazo más lineal, escrito con rapidez y más sencillo, un trazo al que se le llamó hierático. Los símbolos jeroglíficos descubiertos por Vyse pertenecían, así pues, a otro período. También eran muy confusos, y el Sr. Birch tuvo grandes dificultades para leerlos:" El significado de los jeroglíficos que siguen al praenomen en la misma línea de la cartela no demasiado evidente…Los símbolos que siguen al nombre son muy confusos." Muchos de ellos se le antojaban "escritos con caracteres muy cercanos al hierático" -de un período muy posterior al semihieráticos. Algunos de los símbolos eran muy extraños, nunca vistos en ninguna otra inscripción egipcia: "La cartela de Suphis (Keops) va seguida por un jeroglífico al cual resultaría difícil encontrar un precedente." Otros símbolos eran "igualmente de difícil solución."
Birch también se mostró desconcentrado por "una curiosa secuencia de símbolos" de la cámara abovedada más elevada ( a la que Vyse llamó "Cámara de Campbell" ). Aquí el jeroglífico de "bueno, gracioso" se utilizaba como numeral -un uso que nunca antes se había visto. Aquellos numerales escritos de forma tan extraña se suponía que significaban "año dieciocho" (del reinado de Khufu).
No menos desconcertantes le resultaron los símbolos que seguían a la cartela real y que "siguen al nombre en la misma línea de la cartela". Supuso que daban a entender algún título real, como "poderoso en el Alto y el Bajo Egipto". La única similitud que pudo encontrar a esta hilera de símbolos fue la de "un título que aparece en el ataúd de la reina de Amasis" del período saítico. Y no sintió que tuviera que recalcar que el faraón Amasis había reinado en el siglo VI a.c., ¡más de 2000 años después de Keops!
Fuera quien fuera el que pintarrajeara las marcas rojas de las que dio cuenta Vyse, había empleado un método de escritura (lineal), un trazo (semihierático y hierático (y unos títulos de diferentes períodos, pero ninguno de ellos pertenecía a la época Keops; al contrario, todos pertenecían a épocas posteriores. El autor tampoco era demasiado culto: muchos de sus jeroglíficos no estaban claros, estaban incompletos, fuera del lugar, mal empleados o, incluso, eran completamente desconocidos.
(Al analizar estas inscripciones un año más tarde, el reconocido egiptólogo alemán Carl Richard Lepsius se mostró también desconcertado por el hecho de que las inscripciones "fueron trazadas con un pincel, en rojo y de forma cursiva, de tal modo que parecían signos hieráticos". Y declaró que algunos de los jeroglíficos que seguían a las cartelas eran totalmente desconocidos. "No soy capaz de explicar carlos", subrayó.)
Volviendo al punto principal sobre el cual se le pedía que diera una opinión -la identidad del faraón citado en la inscripción-, Birch arrojó una bomba: ¡Había dos nombres reales en el interior de la pirámide, y no uno solo!
¿Acaso era posible que dos reyes hubieran construido la misma pirámide? Y, si era así, ¿quiénes eran?
Samuel Birch dijo que los dos nombres reales que aparecían en las incripciones no eran desconocidos: "Se habían descubierto ya en las tumbas de los funcionarios empleados por los monarcas de aquella dinastía", es decir, la IV Dinastía, a cuyos faraones se les atribuían las pirámides de Gizeh.
En una de las cartelas (Fig. 146a)
FIGURA 146
se leía Aaufou o Shoufou; en la otra (146 b), aparecía el símbolo del carnero del dios Khnum, y se leía Senekhuf o Seneshoufou.
Intentando analizar el significado del nombre del símbolo del carnero, Birch anotó que "una cartela, similar a la que aparecío por primera vez en la cámara de Wellington, fue publicada por el Sr. Wilkinson, mater. Jeroglífico, Placa de Reyes no Situados E; y también por el Sr. Rosellini, tom i. tav. 1,3, que lee los elementos fonéticos de los que está compuesto Seneshufo, cuyo nombre supone el Sr. Wilkinson, significa: el Hermano de SUphis"
El hecho de que un faraón pudiera haber finalizado la pirámide que comenzara su predecesor es algo que, en teoría, se acepta entre los egiptólogos (como en el caso de la pirámide de Maidum). ¿Podría esto explicar que hubiera dos nombres reales en el interior de una misma pirámide? Quizá sí, pero no era éste el caso.
La imposibilidad de esta explicación en el caso de la Gran Pirámide estriba en la ubicación de las distintas cartelas. (Fig.147.)
FIGURA 147
La cartela que se supone indica a quién pertenecía la pirámide, la de Keops/khufu, se encontró solamente en la cámara abovedada más elevada, la Cámara de Campbell. Las diversas cartelas que citaban el segundo nombre (en la actualidad se leen Khnem-khug) aparecieron en la Cámara de Wllington y en la Cámara de Lady Arbuthnot (no apareció ninguna cartela en la Cámara de Nelson). Es decir, las cámaras inferiores llevan el nombre de un faraón que vivió y reinó después de Keops, y como no hay otra forma de construir la pirámide que de abajo había arriba, la ubicación de las cartelas significaría que Keops, que reinó antes que Kefrén, terminó una pirámide que había comenzado un faraón que le sucedió a él. Como es lógico, esto es imposible.
Concediendo que los dos nombres identificaran a lo que las antiguas Listas de los Reyes llamaron Suphis I (Keops) y Suphis II (Kefrén), Birch intentó resolver el problema planteándose si ambos nombres, de algún modo, pertenecían solo a Keops -uno como su nombre real y el otro como su praenomen. Pero su conclusión final fue que "la presencia de este (segundo) nombre, como marca de cantero, en la Gran Pirámide, es un problema adicional" que venía a sumarse a otros aspectos problemáticos de las inscripciones.
" El problema del segundo nombre" seguía sin ser resuelto cuando el más importante egiptólogo de Inglaterra, Flinders Petrie, estuvo midiendo las pirámides durante meses medio siglo después. "La teoría más destructiva acerca de este rey (Khnem-khuf) es que sea idéntico a Khufu" escribió Petrie en The pyramids and temples of Gizeh, plasmando los muchos motivos propios y de otros egiptólogos de aquel entonces en contra de tal teoría. Petrie demostró que, por muchas razones, los dos nombres pertenecían a dos reyes diferentes. ¿Por qué entonces aparecían ambos nombres dentro de la Gran Pirámide, estando además en los sitios donde estaban? Petrie creía que la única explicación posible sería que Keops y Kefrén fueron corregentes, es decir, que hubieran reinado juntos.
Dado que no se han encontrado evidencias que apoyen la teoría de Petrie, Gastón Maspero escribió casi un siglo después del descubrimiento de Vyse que "la existencia de las dos cartelas Khufui y Khnem-Khufui en el mismo momento ha resultado muy embarazosa para los egiptólogos" the Dawn of Civilization). Y el problema, a pesar de todas las soluciones sugeridas, sigue siendo embarazoso.
Pero creemos que se puede ofrecer otra solución, si dejamos de atribuir las inscripciones a los antiguos canteros y comenzamos a mirar los hechos.
Las pirámides de Gizeh son únicas, entre otras cosas, por su completa ausencia de decoraciones o inscripciones en su interior, con la destacada excepción de las inscripciones encontradas por Vyse. ¿Por qué esta excepción? Si los canteros no tuvieron escrúpulos para pintarrajear en rojo esas inscripciones en los bloques de piedra ocultos en los compartimentos de encima de la "Cámara del Rey", ¿Por qué no se encontró absolutamente ninguna inscripción en el primer compartimento, el descubierto por Davison en 1765, y si únicamente en los descubiertos por Vyse?
Además de las inscripciones de las que informó Vyse, sí que se han encontrado verdaderas marcas de cantero en los diversos compartimentos -líneas y flechas de posicionamiento. Y están todas dibujadas tal como sería de esperar, con el lado correcto hacía arriba, pues cuando se dibujaron, el compartimiento en el cual los canteros trabajan aún no había sido techado: podían levantarse, moverse con libertad y dibujar las marcas sin estorbos. Pero todas las inscripciones de Vyse, dibujadas sobre y alrededor de las marcas de los canteros (Fig.145), están boca abajo o verticales, como si el que las dibujó hubiera tenido que estar doblado o agachado en el interior de estos bajos compartimientos (su altura varía entre los 40 y los 134 centímetros de la Cámara de Lady Arbhuthnot, o entre los 66 y 111 centímetros de la Cámara de Wellington).
Las cartelas y los títulos reales pintarrajeados en las paredes de los compartimientos son imprecisos, bastos y demasiado grandes. La mayoría de las cartelas tenían entre 75 y 90 centímetros de largo, y alrededor de 30 centímetros de ancho, ocupando en ocasiones la mayor parte de la cara del bloque de piedra sobre el cual se pintaron, como si el escriba hubiera necesitado todo el espacio disponible. Contrastan demasiado, la delicadeza y el perfecto sentido de la proporción de los antiguos jeroglíficos egipcios, evidentes en las verdaderas marcas de cantero descubiertas en los mismos compartimientos.
A excepción de unas cuantas marcas que hay en una esquina del muro oriental de la Cámara de Wellington, no se encontraron inscripciones en los muros orientales del resto de cámaras; ni había ningún otro símbolo (aparte de las marcas de cantero originales) en esos muros, excepto unas cuantas líneas sin significado y un contorno parcial de un pájaro en el extremo abovedado oriental de la Cámara de Campbell.
Esto resulta extraño, y sobre todo cuando uno se percata de que fue desde la parte oriental que Vyse se abrió paso hasta los compartimientos. ¿Acaso los antiguos canteros habían previsto que Vyse entraría a través de los muros orientales, viéndose así obligados a no poner inscripciones en ellos? ¿O es la ausencia de tales inscripciones lo que nos sugiere que quienquiera que garabateara las otras prefirió escribir en los muros intactos del norte, el sur y el oeste, a hacerlo sobre unos muros dañados?
En otras palabras: si aceptáramos que las inscripciones no fueron hechas en la antigüedad, cuando se estaba construyendo la pirámide, sino cuando Vyse se abrió paso hasta los compartimientos, ¿no se resolverían todos los enigmas?
La atmósfera que rodeó las operaciones de Vyse en aquellos agitados días la describe muy bien el propio coronel. Los principales descubrimientos se hicieron alrededor de las pirámides, pero no en su interior. La tumba de Campbell, descubierta por el detestado Caviglia, no solo había dado una buena cosecha de objetos, sino que también de marcas y jeroglíficos de cantero pintados en rojo. Vyse se estaba empezando a desesperar y quería conseguir su propio descubrimiento. Por fin, se abrió paso hasta las desconocidas cámaras, pero aquello no hizo más que duplicar una y otra vez el descubrimiento previo de las cámaras de Davison, y también estaban vacías. ¿Qué podría mostrar para justificar tantos esfuerzos y gastos? ¿A santo de que iba a ser honrado? ¿Por qué clase de hechos iba a ser recordado?
Sabemos por las crónicas de Vyse que, durante el día, él le había ordenado al Sr. Hill que anotara en las cámaras los nombres del duque de Wellington y del almirante Nelson, héroes de guerra contra Napoleón. Y sospechamos que, durante la noche, el Sr. Hill entraba también a las cámaras para "bautizar" la pirámide con las cartelas de su supuesto constructor de la antigüedad.
Birch señalo que, en su opinión, "los dos nombres reales se habían encontrado ya en las tumbas de funcionarios empleados por los monarcas de aquella dinastía bajo la cual se erigieron estas pirámides". Los artesanos del faraón sabían, con toda seguridad, el nombre correcto de su rey. Pero en la década de 1830 la egiptología se encontraba aún en su infancia, y nadie podía decir aún con seguridad cuál era el diseño jeroglífico correcto del rey al que Herodoto había llamdo Keops.
Y sospechamos que así fue como el Sr. Hill -probablemente solo, y ciertamente por la noche, cuando se habían ido todos- había entrado en las cámaras recién descubiertas. Utilizando la imperativa pintura roja, bajo la luz de una antorcha, agachándose y doblándose por los bajos compartimientos, se esforzó por copiar unos símbolos jeroglíficos procedentes de otro origen, y los dibujó sobre los muros intactos que le parecieron más adecuados para marcar, terminando por inscribir el nombre equivocado en la Cámara de Wellington y en la de Lady Arbuthntot.
Con tantas inscripciones de nombres reales de la IV Dinastía apareciendo por todas partes en las tumbas de alrededor de las pirámides de Gizeh, ¿cuáles serían las cartelas correctas que Hill tendría que inscribir? No estando formado en escritura jeroglífica, debió de llevar con él a la pirámide algún libro que se menciona una y otra vez en las crónicas de Vyse es Materia hieroglyphica, de Sir John Gardner Wilkinson. Este libro, tal como se declara en la página del título, estaba dirigido a poner al día al lector en cuanto "al panteón egipcio y a la sucesión de faraones desde los tiempos más primitivos hasta la conquista de Alejandro". Publicado en 1828, nueve años antes de que Vyse asaltara las pirámides, era un libro fundamental para los egiptólogos ingleses.
Birch había firmado en su informe que "una cartela", similar a la que apareció primero en la Cámara de Wellington, fue publicada por el Sr. Wilkinson, Mater. Hieroglyph". Así pues, tenemos una clara indicación del probable origen de la cartela inscrita por Hill en la primera cámara (la de Wellington) encontrada por Vyse. (fig.146.b)
Pero, cuando consultamos el Materia Hieroglyphica de Wilkinson, es cuando empezamos a compadecernos de Vyse y de Hill: tanto el texto como la presentación están muy desorganizados, y las láminas en las que se reproducen las cartelas son pequeñas y están mal copiadas o mal impresas. Parece que Wilkinson no solo no estaba seguro en lo relativo a la lectura de los nombres reales, sino que tampoco lo estaba en lo referente a la forma correcta de transcribir en escritura lineal los jerolglíficos tallados o esculpidos en la piedra. El problema llegó a su extremo con el signo del disco, que en tales monumentos aparecía como un disco sólido
O como una esfera vacía,
mientras que en una escritura lineal (o pincelada) se escribía con un punto en el centro
En sus obras, Wilkinson transcribía las cartelas reales de dos formas : en unos casos como el disco sólido, y en otros como un círculo con un punto en el centro.
Hill siguió las orientaciones de Wilkinson. Pero todas estas cartelas eran de la variedad de Khnum. Situándonos en el tiempo, significa Que para el 7 de mayo solo se inscribieron las cartelas del "carnero". Después el 27 de mayo, cuando se entró en la Cámara de Campbell, se encontró la cartela vital y concluyente en donde se deletreaba Kh-u-f-u. ¿Cómo tuvo lugar el milagro?
Hay una pista oculta en un sospechoso fragmento de las crónicas de Vyse, en una parte dedicada al hecho de que las piedras de revestimiento "no mostraban el más mínimo rastro de inscripciones o escultura, ni siquiera se llegaron a encontrar tampoco sobre ninguna piedra perteneciente a la pirámide, o cercana a ella (con la excepción de las marcas de cantero ya descritas)". Vyse anotó que había otra excepción "Parte de la cartela de Suphis, grabada en un piedra marrón, de 15 centímetros de largo por 10 de ancho. Este fragmento se desenterró en el montículo del lado norte el día 2 de junio" Vyse reprodujo un boceto del fragmento. (Fig.148a)
¿Cómo supo Vyse, aun antes de comunicarse con el Museo Británico, que aquello era "parte de una cartela de Suphis" Nos gustaría creer que fue debido a que, una semana antes (el 27 de mayo), Vyse había encontrado la cartela completa (Fig.148b) en la Cámara de Campbell.
Pero aquí está el aspecto sospechoso. Vyse afirmaba en el fragmento recién citado que la piedra con la cartela parcial de Khufu se encontró el 2 de junio. ¡Sin embargo, el fragmento está fechado el 9 de mayo! La manipulación de fechas de Vyse nos haría a creer que la cartela parcial encontrada en el exterior de la pirámide corroboraba el descubrimiento previo de la cartela completa en el interior de la pirámide. Pero las fechas sugieren que las cosas sucedieron al revés: Vyse ya se había percatado el 9 de mayo -dieciocho días antes del descubrimiento de la Cámara de Campbell- a qué tenía que parecerse la cartela clave. De algún modo el 9 de mayo, Vyse y Hill ya se habían dado cuenta de que se habían equivocado con el nombre correcto de Keops.
Esto podría explicar los frenéticos viajes diarios a El Cairo de Vyse y Hill justo después del descubrimiento de la Cámara de Lady Arbuthnot. Por qué se iban cuando tanto se les necesitaba en las pirámides, no lo explican las crónicas de Vyse. Pero creemos que aún hubo otro "toro" con el que tuvieron que lidiar, el nuevo trabajo en tres volúmenes de Wilkinson, Manners and customs of the Ancient Egyptians. Publicado en Londres a principios de aquel mismo año (1837), debió llegar a El Cairo durante aquellos dramáticos y tensos días. Y pulcra y claramente impreso, para variar, reproducía en un capítulo sobre culturas primitivas tanto la cartela del carnero, que Vyse y Hill ya habían copiado, como una nueva cartela en la cual Wilkinson leía "Shufu o Suphis". (Fig.149)
La nueva presentación de Wilkinson debió impactarles, puesto que este parecía haber cambiado de opinión con respecto a la cartela del carnero (nº 2 en su lamina). Ahora la leía como "Numbakhufu o chembes" en lugar de "Sen-suphis". Wilkinson decía que estos nombres se habían descubierto inscritos en las tumbas de los alrededores de la Gran Pirámide; y era en la cartela 1 en la que "percibimos Suphis, o, como lo escribieron los jeroglíficos, Shufu o Khufu, un nombre que se puede transformar con facilidad en Suphis o Keops". ¡Así pues, ese era el nombre correcto que había que inscribir!
Entonces, ¿a quién se refería la cartela del carnero? (Fig.2 de la lámina de Wilkinson.) Intentando explicar las dificultades de identificación que suponía, Wilkinson admitió que no podía decidir "si los dos primeros nombres que se ofrecen son ambos de Suphis, o si el segundo es del fundador de la otra pirámide".
Con estas inquietantes noticias, ¿Qué podían hacer Vyse y Hill? El texto de Wilkinson les dio una salida que se apresuraron a tomar. Los dos nombres, había escrito, "aparecen de nuevo en el monte del Sinaí".
Algo inexacto -una falta habitual en su obra-, Wilkinson se refería a las inscripciones jeroglíficas que se habían encontrado en realidad, no en el Monte Sinaí, sino en la región de las mismas turquesas del Sinaí. Estas inscripciones se dieron a conocer en aquellos años debido al libro, magníficamente ilustrado, Voyage de l´Arabie Pétrée, en el cual León de Laborde et Linat describía la península del Sinaí. Publicado en 1832, entre sus dibujos aparecían diversas reproducciones de monumentos e inscripciones del wadi que lleva a la región minera, Wadi Maghara. Allí, un faraón tras otro grabaron en las rocas los recuerdos de sus logros al conservar las minas frente a los merodeadores asiáticos. En uno de aquellos dibujos (Fig. 150) Aparecían las dos cartelas de las que hablaba Wilkinson.
Vyse y Hill no tuvieron demasiadas dificultades en localizar un ejemplar de Voyage de Laborde en la zona de El Cairo de habla francesa. Aquel dibujo en concreto parecía responder a la duda de Wilkinson: el mismo faraón parecía tener dos nombres, uno con el símbolo del carnero y el otro que le deletreaba Kh-u-f-u. Así, el 9 de mayo, Vyse, Hill y Perring ya sabían qué hacía falta una cartela más, y cuál tenía que ser su aspecto
Y cuando se abrieron paso hasta la Cámara de Campbell el 27 de Mayo, los tres debieron de preguntarse: ¿a qué estamos esperando? Y así fue como apareció la concluyente cartela final en la cámara de arriba del todo. (Fig.146 a.) La fama, si no la tortura, estaba al menos asegurada para Vyse; y el sr. Hill, por su parte, no saldría de esta aventura con las manos vacías.
¿Hasta qué punto podemos estar seguros de nuestras acusaciones, siglo y medio después de los acontecimientos?
Lo suficientemente seguros, pues, como la mayoría de los falsificadores, el Sr. Hill cometió un grave error, un error que sería la guinda de todo este pastel de despropósitos, un error que ningún escriba de la antigüedad podría haber cometido.
Resulto que los dos libros de referencia que utilizaron Vyse y Hill (el Materia Hieroglyphica) de Wilkinson y el Voyage de Laborde) contenían errores de ortografía, y la confiada pareja plasmó los errores en las inscripciones de la pirámide.
El mismo Samuel Birch indicó en su informe que el jeroglífico de Kh (la primera consonante del nombre de Kh-u-fu), que es
que representaba un colador, "aparece en la obra del sr. Wilkinson sin diferenciarse del disco solar". El jeroglífico Kh se tenía que emplear en todas las cartelas (al deletrear las cartelas Khnem-Kh-u-f) que había en las dos cámaras inferiores. Pero el símbolo correcto del colador no se empleó ni una sola vez. En lugar de eso, el consonante Kh se representaba con el símbolo del disco solar: quienquiera que fuese el que inscribió aquellas cartelas había cometido el mismo error que cometiera Wilkinson….
Cuando Vyse y Hill se hicieron con el libro de Laborde, el boceto de éste no hizo mas que agravar el error. En las tallas de la roca que había copiado estaba la cartela de Kh-u-fu a la derecha, y la de Khnum-kh-u-f a la izquierda. En ambos casos, Laborde, que admitía su ignorancia en estos temas y que ni siquiera intentó leer los símbolos, represento el signo de Kh como un círculo vacío (véase Fig. 150.) (El símbolo Kh estaba correctamente realizado en las tablillas de la roca, como pudieron verificar expertos como Lepsius en Denkmäler, Kurt Sethe en Urkunden des Alten Reich, y A.H. Gardiner y T.E. Peet en The inscriptions of sinai. Pero Laborde cometió otro error fatídico: dibujo como inscripción de un solo faraón, con dos nombres reales, lo que en realidad eran dos inscripciones contiguas, diferentes estilos de trazo y de dos faraones diferentes, como se ve, claramente en la Fig.151)
Pero aquel dibujo sirvió para reforzar la idea de Vyse y Hill de inscribir la cartela crucial de Kh-u-f-u en la cámara más alta con el símbolo del disco solar (146a) ¡Pero, al hacer esto, el autor de la inscipción había empleado el símbolo jeroglífico y el sonido fonético de Ra, el dios supremo de Egipto! Sin darse cuenta, había escrito Khnem-Rauf en lugar de Khnem-Khuf; y Raufu en lugar de Khufu. Había utilizado el nombre del gran dios incorrectamente y en vano, lo cual era una blasfemia en el antiguo Egipto.
También hubo un error inconcedible para un escriba egipcio de los tiempos de los faraones. Como queda claro en todos los monumentos y en todas las inscripciones verdaderas, el símbolo de Ra
y el símbolo de Kh
se empleaban siempre correctamente, no solo en inscripciones diferentes, sino también en la misma inscripción del mismo escriba.
Y, de ahí que la sustitución de Ra por kh fuera un erro que no hubiera podido cometer en la época de Keops, ni en la de ningún otro faraón de la antigüedad. Solo alguien que no estuviera familiarizado con los jeroglíficos, alguien extraño a Khufu y extraño al abrumador culto de Ra podría a ver cometido un error tan grave.
Así pues creemos que este último error, añadido a tantos aspectos desconcertantes e inexplicables del descubrimiento del que diera cuenta Vyse, estable concluyentemente que Vyse y sus ayudantes fueron los que hicieron las marcas rojas, y no los constructores originales de la Gran Pirámide.
Pero quizás se podría preguntar si no existe la posibilidad de que unos visitantes independientes, como los cónsules británico y austriaco, o Lord y Lady Arbuthnot, se uvieran dado cuenta de que las inscripciones parecían demasiado frescas para ser marcas de cantero. La pregunta fue respondida en la misma época por uno de los implicados, el Sr. Perring, en su propio libro sobre este tema (the pyramids of Gizeh). En él, comentó que la pintura utilizada en las inscripciones antiguas era "un compuesto de ocre rojo llamado moghrah por los árabes (un compuesto que) todavía se usa". No solo es que la misma pintura de ocre rojo estaba aún disponible, según afirmó Perring, si no que "es tal el estado de preservación de las marcas en las canteras, que es difícil distinguir la marca de ayer de la de hace 3000 años".
En otras palabras, los falsificadores estaban seguros de su tinta.
¿Eran Vyse y Hill -con la posible connivencia tácita de Perring- Moralmente capaces de perpetrar una falsificación de estas características?
La circunstancias en las que Vyse se lanzó a esta aventura de descubrimiento, su trato a Caviglia, la cronología de los acontecimientos y su determinación por conseguir un descubrimiento importante cuando el tiempo y del dinero se le estaban agotando, nos hablan de un personaje capaz de tal acción. En cuanto al señor Hill, a quien Vyse le da infinitas gracias en su prólogo, lo cierto es que, de empleado de una fundición de cobre, que es lo que era cuando conoció a Vyse, paso a ser el propietario del hotel Cairo para cuando Vyse dejó Egipto. Y en lo referente al señor Perring, un ingeniero civil convertido en egiptólogo, pues bien, los acontecimientos que siguieron hablan por sí mismos. Pues, envalentonado con el éxito conseguido con una falsificación, el equipo de Vyse intentó hacer otra y probablemente dos falsificaciones más…
LA FALSIFICACION DEL ATAÚD DE LA TERCERA PIRÁMIDE
Después de los descubrimientos de la Gran Pirámide, Vyse prosiguió sin ningún entusiasmo el trabajo de Caviglia en las otras dos pirámides y alrededor de ellas. Animado por su recién conseguida fama Vyse decidió pos poner su regreso a Inglaterra para involucrarse en unos esfuerzos conjuntos por descubrir los secretos de las otras dos pirámides.
Con la excepción de algunas marcas rojas en las piedras, que los expertos de El Cairo determinaron que eran de las tumbas o estructuras externas a las pirámides y no del interior de éstas, no se encontró nada de importancia en la segunda pirámide. Pero dentro de la tercera pirámide los esfuerzos de Vyse se vieron recompensados. A finales de julio de 1837 cuando, como ya mencionamos brevemente sus trabajadores se abrieron paso "Cámaras sepulcral", entrando allí un "sarcófago" de piedra bellamente decorado, pero vacío. (Fig.152)
Las inscripciones árabes de las paredes y otras evidencias sugerían que esta pirámide "había sido muy frecuentada", y las piedras del suelo de cámaras y pasillos "estaban desgastadas y apagadas por el ir y venir constante de gente".
Sin embargo, en tan frecuentada pirámide, y al despecho del cofre de piedra vacío, Vyse se las ingenió para encontrar pruebas de su constructor, una hazaña que igualaba el descubrimiento hecho en la Gran Pirámide.
En otra cámara rectangular que Vyse llamó "el apartamento grande", se encontraron montones de basura, junto con los reveladores graffitis en árabe. Sin pensárselo dos veces, Vyse concluyó que esta cámara "estaba pensada probablemente para ceremonias de funeral, como las de Abu Simbel, Tebas, etc." Cuando se sacó la basura,
Se encontró la parte más grande de la tapa del sarcófago…y cerca de ésta, se descubrieron fragmentos de la parte superior de la caja de la momia (inscritos con jeroglíficos y con la cartela de Mikerinos) sobre un bloque de piedra, junto con parte del esqueleto, consistente en costillas y vértebras, así como los huesos de las piernas y los pies envueltos en una basta tela de color amarillo…
De entre la basura, se sacaron más tarde otros trozos de tablero y de tela.
Parecería por tanto que, dado que no podían sacar el sarcófago, se llevaron la caja de madera que contenía el cuerpo al apartamento grande con el fin de examinarla.
Así pues, éste fue el argumento esbozado por Vyse: Siglos atrás los árabes habían conseguido entrar en la cámara sepulcral. Habían encontrado el sarcófago y habían quitado la tapa. Dentro había una momia en el interior de un ataúd de madera -la momia del constructor de la pirámide. Los árabes se habían llevado el ataúd y la momia hasta el apartamento grande con el fin de examinarlos, rompiéndolo todo en su transcurso. Y, ahora, Vyse se encontraba con todos estos rectos; y una cartela sobre un fragmento de ataúd de la momia (Fig.153)
en donde ponía "Men-ka-ra" -nada menos que el Mikerinos de Herodoto. ¡Había demostrado la identidad de los constructores de ambas pirámides!
El sarcófago se perdió en el mar durante su traslado hasta Inglaterra, pero la caja de la momia y los huesos llegaron a salvo al Museo Británico, donde Samuel Birch pudo examinar la verdadera inscripción, en lugar de trabajar sobre facsímiles (como en el caso de las inscripciones de la Gran Pirámide. Y no tardó en mostrar sus dudas: "El ataúd de Mikerinos manifiesta una considerable diferencia de estilo" con respecto a otros monumentos de la IV Dinastía. Wilkinson, por otra parte aceptó la caja de la momia como una prueba auténtica de la identidad del constructor de la tercera pirámide; pero tuvo dudas respecto a la misma momia: la tela de la envoltura no le parecía que tuviera la antigüedad que se le otorgaba. En 1883, Gastón Maspero coincidió en "que la cubierta del rey Mikerinos no es de la época de la IV Dinastía"; y estimo que era una restauración llevada a cabo en la XXV Dinastía. En 1892, Kurt Sethe hizo un resumen de la opinión en general, en el sentido de que la tapa del ataúd "solo pudo ser diseñada después de los tiempos de la XX Dinastía".
Como bien se sabe ahora ni la caja de la momia ni los huesos eran los restos de un enterramiento original. Según I.E.S Edwars (the pyramids of Egypt) "En la cámara sepulcral, el coronel Vyse había descubierto algunos huesos humanos y la tapa de un ataúd antropoide de manera escrita con el nombre de Mikerinos. Esta tapa, que se encuentra en el museo Británico, no pudo ser hecha en los tiempos de Mikerinos pues pertenece a un modelo que no se utilizó antes del período saítico. Las pruebas de radiocarbono han demostrado que los huesos son de principios del cristianismo.
Sin embargo la mera declaración en la que se niega la autenticidad del descubrimiento no nos lleva hasta el fondo del asunto. Si los restos no pertenecían a un enterramiento original, tenían que pertenecer a un enterramiento intruso; pero, en tal caso, la momia y el ataúd serian del mismo período. Y no era éste el caso: Aquí, alguien había reunido una momia que había sido desenterrada en algún sitio y un ataúd que venía de otra parte. La inevitable conclusión es que este descubrimiento representaba un fraude arqueológico deliberado.
¿Pudo ser una coincidencia este desemparejamiento, que fueran los restos genuinos de dos enterramientos intrusos de épocas diferentes? Habría que dudar de ello, a la vista del hecho de que el fragmento del ataúd llevaba la cartela de Men-ka-ra. Esta cartela se ha encontrado en estatuas y inscripciones de los alrededores de la tercera pirámide y sus templos (pero no dentro de ella), y es probable que el ataúd que llevaba la cartela fuera descubierto también en los alrededores. La atribución del ataúd a tiempos posteriores no proviene solo de su modelo, sino también por lo que pone en la inscripción: Es una oración a Osiris del Libro de los Muertos; que esto apareciera en un ataúd de la IV Dinastía fue calificado de extraordinario hasta por el confiado (aunque entendido) Samuel Birch ancient history from the monuments). Sin embargo no precisaba haber sido "una restauración" como algunos expertos sugirieron, de la XXVI Dinastía. Sabemos por la lista de los Reyes de Seti I de Abydos que el octavo faraón de la VI Dinastía se llamó también Men-ka-ra, y su nombre se deletreaba de manera similar.
Ésta claro, por tanto, que alguien encontró primero el ataúd en los alrededores de la pirámide. Indudablemente se dieron cuenta de su importancia, pues, como el mismo Vyse comentó, hacía escasamente un mes que había encontrado el nombre de Men-ka-ra (Mikerinos) escrito con pintura roja en el techo de la cámara sepulcral de la pirámide central de las tres pequeñas pirámides que hay al sur. Debió de ser este descubrimiento el que le dio la idea al equipo de falsificadores de crear un descubrimiento en el interior de la tercera pirámide…
El descubrimiento se lo atribuyeron Vyse y Perring. ¿Cómo perpetraron el fraude, con o sin la ayuda del Sr. Hill?
Una vez más las propias crónicas de Vyse nos dan un atisbo de la verdad: "al no estar presente cuando (las reliquias) se encontraron, le pidió al Sr. Raven, cuando este caballero estaba en Inglaterra, que escribiera un informe del descubrimiento" como testigo independiente. Invitado de alguna forma para estar presente en el momento justo el Sr. H. Raven, que se dirigía al coronel Vyse como "Sir" y que firmó la carta de Evidencias con un "su más obediente servidor" atestiguó lo siguiente:
Al sacar la basura de la gran sala de entrada, después de que los hombres hubiesen trabajado allí durante varios días, avanzando en dirección al rincón del sudeste, se descubrieron en primer lugar algunos huesos en el fondo de la basura; inmediatamente se descubrieron los demás huesos y los trozos del ataúd: Ningún otro trozo de ataúd o huesos se pudo encontrar en la habitación. Así pues, ordene que se revisara cuidadosamente la basura que se había sacado de la misma habitación, y se encontraron varios trozos más del ataúd y tela de la momia; pero en ninguna otra parte de la pirámide se encontró ningún trozo más, a pesar de que todo fue minuciosamente examinado con el fin de completar en la medida de lo posible el ataúd.
Ahora podemos comprender mejor lo que sucedió. Durante varios días los trabajadores estuvieron sacando basura del apartamento grande, amontonándola en las cercanías. Aunque se examinó con cuidado, no se encontró nada. Luego el último día, cuando solo quedaba por limpiar el rincón del sudeste se descubrieron algunos huesos y fragmentos de un ataúd de madera. "Ningún otro trozo de ataúd o huesos se pudo encontrar en la habitación". Entonces se sugirió inteligentemente que se "reexaminara cuidadosamente" -no examinar, si no reexaminar- La basura que se había sacado de la habitación -un monton de casi un metro de alto; ¡Y he aquí que se encontraron más huesos y fragmentos del ataúd junto con la importantísima cartela!
¿Dónde estaba el resto del esqueleto y el ataúd? "aunque todo fue minuciosamente examinado con el fin de completar en la medida de lo posible el ataúd", no se encontró nada en ninguna otra parte de la pirámide. Así pues, a menos que vallamos a creer que los huesos y los fragmentos de ataúd se lo llevara alguien en los siglos anteriores como souvenir, lo único que podemos suponer es que quienquiera que introdujera lo que había que descubrir, llevó los fragmentos suficientes como para que se hiciera el descubrimiento: un ataúd completo y una momia completa debían de ser difíciles de conseguir o eran demasiado voluminosos como para pasarlos solapadamente.
Aclamado por su segundo descubrimiento importante -no tardó en ser ascendido a general-, el coronel Vyse y Perring se las ingeniaron para hacer aparecer en la zona de la pirámide escalonada de Zoser, una piedra que llevara el nombre de Zoser -cómo no, escrito con pintura roja. No existen detalles suficientes en las crónicas para determinar si hubo falsificación o no, pero resulta increíble que, una vez más, fuera el mismo equipo el que se les apañara para desenterrar pruebas de otro constructor de pirámides más.
(Aunque la mayoría de los egiptólogos han aceptado sin más investigaciones la afirmación de que el nombre de Khufu estaba inscrito en la Gran Pirámide, los trabajos de Sir Alan Gardnier sugieren que éste tenía serias dudas al respecto. En su Egypt of the pharaohns, reprodujo las cartelas reales con una clara diferenciación entre los jeroglíficos de Ra y kh. Y comentó que la cartela de Keops "se ha encontrado en varias canteras, en las tumbas de sus parientes y nobles, y en ciertos escritos de fecha posterior". Resulta muy llamativa la ausencia en esta lista de las inscripciones de la Gran pirámide…Sir Alan también omitió hacer mención de los descubrimientos de Vyse en la tercera pirámide incluso del mismo nombre de Vyse.)
Si las pruebas de la construcción de las pirámides de Gizeh por parte de los faraones se caen a pedazos, ya no hay razón para sospechar de la autenticidad de la Estela del Inventario que afirmaba que las Pirámides y la Esfinge ya estaban allí cuando Keops vino a rendir homenaje a Isis y a Osiris.
No queda nada que contradiga nuestra opinión de que fueron los "dioses" los que construyeron estas tres pirámides. Al contrario: todo en ellas nos sugiere que no fueron concebidas por los hombres para el uso de los hombres.